Con el mes de mayo se producen en España una oleada de comuniones, sacramento que coincide con el mes de la Virgen María y de las flores. Durante este sacramento, los comulgantes visten una indumentaria tradicional que varía en función del sexo y del gusto clásico o moderno de los progenitores (los trajes de marinero y almirante, por ejemplo, están dejando paso al chaqué, más actual).
Pero la elección de la ropa de comunión para niñas y niños es algo más que una cuestión de gustos. La tradición local también influye, al punto de producir cambios sustanciales en este aspecto y en otros ritos y costumbres que rodean a esta celebración.
En España y otros países de tradición católica (Irlanda, Italia, Polonia, etcétera), es común el uso de velos y atuendos airosos entre las pequeñas comulgantes. El blanco es el color dominante en la indumentaria de los infantes, pues pretende simbolizar la pureza y la virginidad, aunque sus orígenes no son tan remotos como pueda pensarse, datando del siglo XIX.
También el color blanco está presente en la vestimenta con los que los filipinos reciben el sacramento de la eucaristía, pero con una diferencia significativa: los niños del país asiático asisten hacen la primera comunión con el barong tagalog, un traje muy típico en que se mezclan los estilos nativos con los heredados de la España colonial.
Para el observador extranjero, las comuniones al estilo suizo llaman la atención por un detalle: las cruces de madera que adornan el cuello de los comulgantes y cuyo simbolismo no merece mayor aclaración. Al contrario, los kilts escoceses bien merecen una explicación: la clásica falda a cuadros, tan popular en el país británico que incluso los niños lo portan durante la comunión, se origina en los highlanders que dieron origen a Escocia.